Los
notables y fascinantes descubrimientos que la ciencia ha venido
incorporando acerca del sistema nervioso desafían muchos de los
supuestos que la medicina y las terapias manuales han venido sosteniendo
durante mucho tiempo.
Los
mecanismos del dolor son muy importantes para los seres humanos. Nos
protegen, nos alertan del peligro antes de lastimarnos o cuando ya lo
estamos, nos llevan a tomar acciones necesarias para preservar nuestra
salud o para que un tejido dañado retorne a su estado funcional lo más
rápido posible. Ejemplos de ello pueden ser alejar una mano del fuego
que nos puede quemar o hacer reposar un tobillo que sufrió alguna lesión
para que los tejidos se recuperen.
El dolor es una respuesta adecuada aunque no placentera a lo que el cerebro juzga que es una situación amenazante,
más allá de que existan o no problemas en las articulaciones, músculos,
ligamentos, nervios, sistema inmunitario o lo que fuere.
Y es aquí donde es necesario comprender el mecanismo con precisión.
A
veces este mecanismo se distorsiona y las respuestas del cerebro se
basan en información errónea o malinterpretada. En estos casos puede
suceder que se active la señal de dolor pero no existe un peligro en el
tejido que amerite dicha decisión. Gran parte de los llamados dolores
crónicos entran en esta categoría. Es importante recalcar que este dolor
es real, comprensible y tratable, solo que el mecanismo aquí propuesto
es diferente al que hasta ahora creíamos como cierto.
Las investigaciones màs recientes dan cuenta de que una lesión en los tejidos no es necesaria ni suficiente para que exista dolor. Esto significa que puede
haber una lesión o algún tipo deformación sin que exista dolor y
también puede existir dolor sin que se presente ninguna lesión en el
tejido.
Los siguientes ejemplos prácticos nos ayudarán a comprender estas afirmaciones:
- Existen muchas personas con diferentes dolores de espalda que al efectuarse estudios de diagnóstico no presentan ninguna lesión ni alteración en sus tejidos.
- Por otro lado, a través de los mismos estudios a veces se detectan lesiones consideradas graves (hernias de disco, pinzamientos, roturas de ligamentos o desgarros) en personas que no manifiestan sentir ningún tipo de dolor en ese lugar (casi todos nosotros las tenemos en alguna medida. Por ejemplo los discos vertebrales degeneran naturalmente con el paso del tiempo en todas las personas)
- El síndrome del “miembro fantasma” en amputados es elocuente. CIertas personas con algún miembro amputado perciben sensaciones de ese miembro que ya no está, en ocasiones muy dolorosas.
- Las personas con analgesia congénita, una condición sin anormalidades físicas detectables en que la persona nunca siente ningún tipo de dolor físico.
Esto nos lleva a entender lo que las nuevas investigaciones neurocientíficas proponen en relación al dolor: que el sistema nervioso nervioso central (el cerebro y la médula espinal) es el que finalmente decide si sentiremos dolor o no.
Los que normalmente se conocían como “receptores de dolor” en el
tejido, son descriptos ahora como “receptores de peligro”, que envían
esa información al sistema nervioso central que tomará la decisión de
que sintamos o no dolor. Aquí es donde finalmente se decidirá la
respuesta significativa en movimiento, actividad nerviosa y/o endocrina,
pensamiento o dolor que se presentará. Esta decisión (por supuesto
inconciente para nosotros) se basa en diversos aspectos, que incluyen
al estímulo físico, los pensamientos del paciente, su historia con el
dolor, sus creencias y otros.
Existen criterios para evaluar si el sistema de alarma está respondiendo adecuadamente o su respuesta dolorosa está distorsionada.